
Tras no pocas peripecias vendiendo camisas, primero como representante y luego como distribuidor, a Armando Lasauca se le ocurrió crear una tienda donde vender sus camisas con una marca y un concepto que fuera potente. La marca ya la conocemos, pero lo que ya pocos se acuerdan es que las primeras tiendas Massimo Dutti vendían básicamente camisas de caballero -junto con algún complemento- al precio único de 3.300 pesetas, en dos o tres patronajes diferentes a lo sumo, pero en muchas versiones de tejido y color. Tallas, pocas. Incluso había camisas en colgadores para que te pudieras probar rápido y salir pagando aún más rápido.
Tal fue el éxito de la tienda de Via Augusta -con servicio de orden en la puerta incluido- y de otras que se abrieron a continuación, que él solito se encargó de despertar las ansias de hacerse con una franquicia, antes de que lo consiguieran otros. A los pocos meses, Armando ya tenía vendidas franquicias en media España.
Una gran lección de cómo lanzar una nueva marca al mercado de la franquicia , que no costó un duro en publicidad específica y que sentó las bases de una marca por todos conocida, aunque finalmente todo acabara en manos de Inditex y con un modelo de negocio bien distinto del original.