Es una buena noticia que anualmente el número de establecimientos en franquicia se expanda, pero todavía sería mejor si pudiéramos apuntalar su viabilidad en el marco de unos ratios de rentabilidad y eficiencia. Ante una contracción de la demanda y del consumo interno, no hubiese sido raro que el sistema hubiera dejado de crecer, porque se necesitan más consumidores para al final llegar a vender lo mismo.
Bancos y cajas, que en España tienen la sartén por el mango y a los españoles por el cuello, han cerrado y cerrarán no pocas sucursales, manteniendo la cifra de negocio. En la franquicia, algunos sectores y enseñas lo han visto igual de claro y han apostado por sanear su red de establecimientos, pero en su conjunto la franquicia española sigue abriendo unidades de negocio.
Pero todo tiene un límite y precedentes ya los hemos vivido porque todas las actividades que en algún momento han sido motor del dinamismo de la franquicia -léase moda, tintorería, agencias de viaje, peluquería, servicios financieros y ahora, la estética- a la vuelta de unos años han visto reducir de forma notable el número de efectivos debido a una sobreventa de franquicias.
Así que la pregunta es clara ¿a medio y largo plazo pueden nuestros franquiciadores y franquiciados aspirar a ganar dinero con cuotas de mercado tan pequeñas?
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