Cuando la regresión de la economía se hace patente y se prolonga en el tiempo, ello repercute en negocios de todo tipo y dimensión, sin distinguir si se trata de pequeñas o grandes empresas. Es entonces cuando miles de personas pierden su empleo y otras muchas ven peligrar la estabilidad de sus contratos o el nivel de sus ingresos.
Para las franquicias, una situación de este tipo se convierte en una oportunidad única para atraer a empresarios de gran talento para convertirlos en franquiciados, al tiempo que la franquicia puede ser una solución para los trabajadores despedidos. Para éstos la compra de una franquicia puede significar no sólo un nuevo trabajo, sino la posibilidad de desarrollar en beneficio propio su experiencia y capacidades.
Ante esta circunstancia las franquicias no deberían restringir sus esfuerzos de venta sino más bien al contrario. Las acciones e iniciativas para comercializar y dar a conocer nuestra franquicia es lo último de lo que se habría que prescindir, incluso en tiempos de crisis.
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